Como viene
siendo habitual en este curso, se me plantea la ocasión de conocer más de cerca
cosas de las que había oído hablar con anterioridad, pero que apenas conozco.
En esta ocasión se trata del Portfolio, más en concreto, de su versión digital,
el E-Portfolio
Lo primero que
me he planteado es clarificar el concepto. En
la red hay múltiples definiciones del E-Portfolio, algunas más acertadas que
otras. Por otro lado, muchas de las referencias se refieren al uso de este en
el ámbito de la educación. Sin embargo, su origen está relacionado con ámbitos
profesionales relacionados principalmente con el mundo del diseño y con la necesidad de tener algún tipo de elemento a través del cual artistas,
fotógrafos o arquitectos pueden mostrar su trabajo, es decir, su finalidad era
mostrar productos acabados y no procesos (Barberá Gregori, de Martín Rojo,
2009).
Así que, a modo
de introducción, me pareció interesante tener claro qué no es un
E-Portfolio, que en ningún caso debe de considerarse como un mero dossier en el
que se van acumulando documentos o archivos sin ningún tipo de relación y en el
que no se expresa ningún tipo de reflexión sobre el trabajo realizado.
De entre las
posibles definiciones, he elegido la de Robert Bibeau. Para él, el E-Portfolio es el
conjunto de trabajos realizados por un alumno que evidencia sus competencias
reflejando sus logros de manera pertinente.[1]
El profesor
Carmelo Basoredo comenta en su artículo, publicado en INED21, cuáles son las
utilidades del portfolio:
a) El uso del
mismo como cuaderno de apuntes y ejercicios, junto con la gestión de todos los
documentos que el/a titular utilice; b) la
visualización de los contenidos, mediante la publicación de los mismos; c) la
comunicación e interacción entre los usuarios del sistema; d) la gestión de los
resultados de la evaluación (Rodríguez, Aguado, Galván y Rubio, 2009)
Los dos
autores nos dan pie para valorar uno de los aspectos más útiles del
e-portfolio, me refiero a su uso como instrumento de evaluación del aprendizaje.
Es evidente que partimos de una premisa que considera que evaluar no es
calificar sino que implica un seguimiento del proceso de aprendizaje en el que
la evaluación debe de ser un instrumento de mejora continua. Desde este punto
de vista, el portfolio es un reflejo del recorrido que el alumno/a realiza en
su aprendizaje, permitiéndonos tener evidencias de su evolución así como una
visión global de ese recorrido.
El portfolio
resulta especialmente útil si, de acuerdo con la legislación vigente,
trabajamos por competencias y deseamos tener evidencias de los niveles de logro
que nuestros alumnos van adquiriendo a lo largo del tiempo. Así mismo, favorece
que, a través de la autoevaluación, el
alumnado vaya haciendo en cada momento una reflexión sobre su aprendizaje,
permitiéndole progresar de manera consciente. En este sentido, el profesor Jordi
Adell señala el riesgo de que el portfolio se limite a ser un simple recopilación
de artefactos sin ningún espacio para la reflexión profunda, por lo que
plantea, junto con las profesoras Sanchiz Ruiz y Llopis Nebot, el diseño de una
rúbrica que evalúe el pensamiento reflexivo en los portfolios de sus alumnos
(en este caso de nivel universitario).
En cualquier
caso, una de las ventajas del portafolio es la posibilidad que ofrece de poder
evaluar habilidades complejas que se derivan de su propio proceso de elaboración.
Su consrtucción requiere la puesta en práctica de habilidades de observación, composición,
argumentación, reflexión, análisis y síntesis, entre otras (Barberá, 2009) por
lo que tendremos evidencias de su grado de adquisición, aunque en nuestra
evaluación podemos conceder más o menos énfasis en cada momento a los
diferentes procesos que el alumnado debe de desarrollar, bien sea la búsqueda
de información, el proceso creativo, la producción final o la reflexión sobre
lo aprendido.
Lo que parece
evidente es que, para que sea útil, el portfolio precisa, no sólo de un buen
diseño (por parte del profesor/a), sino de un seguimiento constante que nos
permita comprobar en cada momento la progresión del alumno. Existen
diferentes tipos de portfolios pero el hecho de que se utilice como instrumento
de evaluación requiere que a la hora de diseñarlo se clarifiquen los objetivos educativos
que se quieren alcanzar, así mismo es importante que los/as alumnos/as tengan
claro qué se espera, qué tipo de evidencias deben de seleccionar en su trabajo
y la manera de llevarlo a cabo.
Para terminar,
como considero que la mejor manera de ver las cosas es a través de ejemplos prácticos,
gracias de nuevo al gran Jordi Adell y a su alumna Vanessa Amat, comparto un
ejemplo de portfolio que nos puede ilustrar sobre su versatilidad y
utilidad como instrumento de aprendizaje y de evaluación.
Me ha gustado muchísimo tu entrada. El Video de Vanessa me ha encantado.
ResponderEliminarDesarrollas mucho la contribución a la evaluación y buscas fundamentarla.
Me ha gustado muchísimo tu entrada. El Video de Vanessa me ha encantado.
ResponderEliminarDesarrollas mucho la contribución a la evaluación y buscas fundamentarla.
Elena, que entrada más limpia, clarificadora y completa. No puedo ver el último enlace de ejemplo de porfolio.
ResponderEliminar